Hace poco más de un año llegaba a la costa del Indico en Mozambique. Allí, en ese increíble paraíso solitario, rodeado de una belleza sin nombre, me detuve a contemplar y tratar de absorber tanta belleza en un momento difícil de mi vida. No había absolutamente nadie alrededor en ese eterno estrecho de "harina" blanca y mar turquesa cristalino, hasta que detrás de las palmeras, apareció una silueta. Al dirigirse hacia a mí, avanzando despacito sobre la arena, la imagen de una gran sonrisa fue tomando forma y los pelos revueltos y una lata de cerveza en la mano a las 10 am bajo pleno sol tropical, terminaron de conformar la primera imagen que tendría de Albé.
Andando por los caminos del mundo